Hostería soñada

de Cremer, Lilia.

 

—Lo que más me jodía de la vieja era esa manía de repetir lo de la mortaja y la cofia de muselina.
—Bueno, a mí también, pero lo peor fue lo que me hizo con el auto. Una guachada. Se me arruinó la chapa desastrozamente con la pedrada. ¡Por no querer abrir el granero!
—Pero, Ale, ¡Ya sabés por qué no lo podía abrir!
—Podría haber inventado cualquier cosa…qué se yo…
—Sí, sí… por ejemplo decirte con cara de yo no fui ¡¡¡Oia!!! ¿Qué hacen estas personas en mi granero? ¿Alguien estuvo cazando y se confundió? ja, ja, ja. Hubiese sido gracioso¿no?
—¿Te imaginás?
—Pero, nosotros continuamos su coleccción. La vieja ni se lo imaginaba.
—Bueno, paremos con la charla, a ver si llega algún huésped a nuestra “Hostería soñada”.
—¿Ya cortaste todos los miembros?
—Sí, me falta embolsar y ¡al frizzer!
—Sos rápida para estos menesteres ¿eh?
—Y …¿Quién fue el mejor promedio de la promoción? ¡Mamita!
—Tenemos comida para cientos de huépedes.
Alejandro y Marisa habían llegado a la solitaria “Hostería del bosque” después de dos días de viaje. Solo sabían que ese lugar les brindaba actividades que muy pocos hoteles ofrecían: caza de animales salvajes y especies raras; avistaje de aves exóticas; exploración de bosques y montes con vegetación autóctona sin restricciones y algo muy importante, comida casera elaborada con productos orgánicos de la granja de la hostería. La zona estaba completamente alejada de la planta urbana, no contaba con medios de comunicación de ningún tipo y el pueblo más cercano se encontraba a quinientos kilómetros.
A la pareja de jóvenes médicos eso les parecía fascinante. Lo habían elegido para pasar una vacaciones diferentes.
—Ocupó poco lugar la vieja…me queda lugar para el “Tontito”.
—¡Ah! me tiento cuando me acuerdo de la cara que puso cuando vio a la vieja colgada del gancho de carnicero. Lo que se me olvidó fue vestirla con la mortaja de hilo y la cofia de muselina como ella deseaba.
—Vos estuviste mal Ale, lo hiciste entrar de sopetón. ¡El pobre casi se muere del susto!
—Y… me hubiese ahorrado el trabajo…Miré que me costó hacerle tragar la comida ¿eh? ¡Qué tipo caprichoso!
—Lo que pasaba es que él sabía muy bien lo que contenía “esa comida”.
—¡Ay! Ale, yo que tanto te critico lo desconfiado que sos… Me la podía haber tragado tranquilamente y ¡Chau!… iba directo al granero.
—¿Te olvidás que yo también fui el mejor promedio en bioquímica?
—Sí, zafamos por vos…
—¿Te imaginás la cantidad de tipos que habrán pasado por el granero, después por el frizzer y finalmente por la olla de la vieja?¡Qué harpía!
—Ya de entrada me cayó pésimo que te pida que pagues toda la estadía…
—Y…quería asegurarse…mirá si después que nos achuraba no encontraba la plata…
—El que me dio un poco de pena fue el pelado ¿parecía buen tipo?
—¿Buen tipo? El que le vendía esa sustancia venenosa que no se nota en la comida…un hijo de puta, tenía que morir con su propio veneno. Bueno otra opción hubiese sido invitarlo a una cacería de jabalíes…ja,ja,ja.
—Sí, es verdad.
—Decime ¿nos queda todavía salame, queso y pan? Tendríamos que ir al pueblo a buscar provisiones para bastante tiempo …¿o pensás comer la exquisita comida orgánica y bien casera que ofrece la hostería?
—Prefiero morir de inanición…mirá lo que te digo…
—¿Sabés que estoy pensando? que en el pueblo podríamos comprar dos o tres cuchillas grandes, para tener de reserva…
Alejandro y Marisa se sentían satisfechos con su obra. Habían desbaratado los planes nefastos de la vieja y su ayudante, un joven con ciertas dificultades mentales y motoras y habían castigado al proveedor de veneno.
Ambos pensaban que les encantaría alargar su estadía en ese lugar rodeado de una naturaleza exhuberante donde podrían iniciar una nueva vida lejos del caos y la violencia urbana.
—Marisa, vení, vení, pararon dos autos. Están llegando nuestros huéspedes.
—¡Bienvenidos! ¡Adelante! ¿Conocen el lugar?
—Sí, nuestra tía falleció hace muy poco, estamos tan apenados.Ella amaba esta hostería.
—La única restricción aquí es no acercarse al granero, por seguridad. Tenemos algunos animales salvajes en cautiverio.
—El pago de la estadía es en efectivo y por adelantado.
—La cacería se organiza todos los días y está a cargo de mi esposo Alejandro. Él les proveerá las armas.
—En dos horas podrán disfrutar de nuestro almuerzo en la galería con vista al cerro.
—Les deseamos que éstas sean sus mejores vacaciones, en la “Hostería soñada”