El espejo

de Doyle, Liliana S.

Abrió la puerta, sabiendo que el peor horror estaba del otro lado.

Del otro lado del espejo, la acosaban fantasmas y monstruos atemorizantes.

En una agonía de terror, se atrevió a hacer trizas la fría superficie azul.

Uno de sus fragmentos se clavó en su garganta.

Murió en medio de un charco de su propia sangre.

Mensaje a Polonia

Era el año 1981 cuando yo visité Varsovia, en Polonia, acompañando a mi marido a un Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos. Los alumnos ganadores de un concurso de arquitectura organizaron, a su vez, un certamen para los asistentes al Congreso y sus acompañantes, con el tema: «Impresiones sobre el Congreso y sobre Polonia «.

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La Rumana

de Doyle, Liliana S.

 

¡¡¡ Pucha, qué linda era la Rumana!!!

Ella tendría en ese entonces unos treinta y cinco años y era mi vecina. Rubia, alta, delgada, de ojos celestes, con unos pechos redondos y grandes y unas caderas que se columpiaban al pasar por la calle.

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La fiesta de Mailín

de Doyle, Liliana S.

 

¡Mailín!… ¡Mailín!  Palabra que resuena como el repique de una campana.  Tintineo de la fe en medio de un villorio dormido, entre la tierra reseca y polvorienta, agrietada y con sed.

Nombre que tiene ecos de alegría y de música, con ritmo de chacarera, entre los algarrobos y los mistoles.

¡Mailín!__ gritan los vientos.  ¡Mailín!  Badajo de la esperanza…

“Mailín” quiere decir “Río Seco”.  Quién sabe cuándo se secó ese río que dio su nombre al pueblo.  Lo único que quedó de él fueron dos charcos de agua sucia que no alcanzan ni siquiera para calmar la sed de los habitantes del caserío.

Una plaza.  Una iglesia.  Cuatro casas locas desparramadas alrededor de la plaza.  Tierra seca, árida.  Ranchos de adobe y con techo de paja, donde se crían las vinchucas portadoras del Mal de Chagas, el terrible mal que ataca el corazón, que no sabe cuándo dirá basta.  Santiago del Estero es la provincia argentina que más sufre de este mal, que allí es endémico.

Mailín está cerca de Añatuya y, cuando llegan los peregrinos, los camiones hidrantes parten de esa localidad para abastecer de agua a la multitud que llega para la Fiesta del Señor de los Milagros de Mailín, el Cristo del Algarrobo.  Más o menos 250.000 promesantes de todo el país estuvieron presentes allí para la Fiesta Grande, el Gran Mailín, el 28 de mayo del año pasado, 2005.

En septiembre, se celebra la Fiesta Chica, el Pequeño Mailín.

En esos momentos, en esas fiestas, algo mágico puede suceder: testimonios de fe, peregrinos, promesantes, misas…  El Señor de los Milagros toca los corazones, que reciben un don inolvidable…  Único…  Específico…  El que cada uno pide en silencio y con fe…

Los peregrinos recorren los caminos de la villa mientras suena el ritmo de las chacareras.  La Feria de Artesanos (gente que llega de todos los rincones del país, y aún desde la lejana África), despliega toda clase de objetos: artesanías en cuero, metal, algarrobo.  Comidas regionales.  Parques de diversiones inflables, para no olvidar a los más chicos.  Aunque, en verdad, son pocos los pequeños que están presentes en la fiesta.  Mayoría de jóvenes, gente madura, y ancianos.  Ojos oscuros.  Palabras en quichua que presiden la plaza, escritas en el arco sobre el que se adora al Crucifijo, presentes en las misas y en la bendición a los fieles: ANAJMANTA TUCUITA NOCKA MANAPA MUSAJ (Desde lo alto todo lo atraeré a mí).

El Señor de los Milagros de Mailín apareció dentro del tronco de un algarrobo solitario, alrededor de 1760.  Quizás, en esa época, la zona fuera fértil, antes de que los españoles talaran los bosques de caldén que cubrían la provincia de Santiago del Estero.  El caldén, la riqueza de la tierra, que se volvió árida luego del despojo llevado a cabo por la avaricia de los conquistadores.

En ese año de 1760, el capataz de una estancia veía, por las noches, una luz, en un algarrobo solitario.  Cuando al fin se atrevió a aproximarse para ver qué pasaba, encontró, dentro del tronco, un antiguo y simple crucifijo de madera pintada, con la imagen de Jesús colgado de la cruz.  Quizás, una reliquia abandonada por los jesuitas, y colocada allí para ponerla al resguardo de los indios salvajes, cuando los primeros fueron expulsados de las tierras de América por un edicto real.

La imagen del Cristo pertenecería a la Escuela de Potosí, o del Alto Perú, por la forma en que está pintada.  Es una imagen sencilla, sin artificios.  A los pies de la cruz se observa una calavera, supongo que representando que Jesús venció a la muerte con su Resurrección.

El capataz, al encontrar el crucifijo, lo llevó a su rancho, donde le rindió adoración.  Pronto se corrió la voz de su hallazgo, y los indios de los alrededores acudían a rendirle homenaje y a pedir por sus intenciones.

Los milagros se fueron multiplicando, y la fama del Cristo Peregrino, como también lo llamaron, creció hasta llegar a los oídos del Obispo de Santiago del Estero.  Este quiso llevar la imagen a la capital pero, cuando fueron a trasladarla, todos los fieles del lugar, encabezados por el capataz, y apoyados por el dueño de la estancia y su esposa, se negaron, defendiéndose con sus armas.

A pesar de haber sido excomulgados por el Obispo, los patrones de la estancia no cedieron.  En la humilde casa del capataz se fueron multiplicando las ofrendas, hasta que al fin los estancieros donaron parte de sus tierras para que se edificara el pueblo.

Con el dinero recaudado por las ofrendas se construyó la iglesia del lugar, donde se guardan reliquias sagradas y se protege al Cristo durante el año.  Solamente se lo saca de allí para exponerlo a la adoración de los fieles, en la plaza central, protegido por una caja de cristal que tocan los promesantes al pedir su ruego silencioso.

En el algarrobo de la aparición hay una copia del Crucifijo, y la gente lleva distintos objetos, todo lo que se quiere que se bendiga (desde estampitas, hasta camperas o bebés), para que los ayudantes voluntarios que trabajan en la fiesta puedan colocar los mismos en el interior del hueco del árbol sagrado, donde serán santificados para siempre.

 

Todo esto es lo que vi, lo que aprendí desde que empecé a ir, hace años, y lo que viví en mi última visita, el año pasado.

Ahora siento la necesidad de dar testimonio con mi propia historia.

Yo no sabía de qué se trataba esta peregrinación, pero mis padres son vecinos de unos santiagueños y, cuando empezó mi problema, ellos les dijeron que me llevaran allí para pedir por mi salud.

A raíz de un shock emocional muy fuerte, empecé a perder el pelo irremediablemente.  Se me caía por mechones.  Los médicos decían que estaba todo bien.  Yo estaba sana.  Todos los análisis daban perfectamente, pero no había loción, crema o champú que sirviera para que mi cabello creciera de nuevo.

Ya me había resignado a estar pelada para toda la vida, y mis padres me habían comprado una peluca de pelo natural, igual al mío, cuando los vecinos les comentaron del Señor de los Milagros.

__ ¿Por qué no llevan a la nena a Mailín?__ les dijeron__ Allí todo puede pasar.  El Cristo Peregrino es muy poderoso.

Y así lo hicimos.  Fuimos los tres, mis padres y yo, en un micro escolar, con pocas esperanzas, mirando todo como si fuera un carnaval, ya que la fe nos había abandonado desde hacía mucho tiempo…

Yo tendría unos once años, y todos me mimaban porque era la mascota de la expedición.

La Señora que era la líder del grupo nos instó a todos a presentar nuestro testimonio, al llegar a Mailín.  Así, una señora contó que había ido el año anterior para pedir por la salud de una amiga enferma, y cómo, al hacer la cola de los promesantes y llegar ante el Señor de los Milagros, fue sufriendo en carne propia los mismos síntomas de parálisis de su amiga, lo que dejó de sentir ni bien hubo llegado a la imagen y puesto sus manos sobre la caja de cristal.  También relató cómo, después de la Misa Carismática, en que levantó ambas manos para recibir la bendición de los sacerdotes, cuando fue a lavar los platos, al día siguiente, sintió las yemas de los dedos más sensibles al agua caliente.

Otra señora había ido a pedir por su prima enferma de cáncer.  Ya estaba desahuciada y, sin embargo, vivó un año más y pudo estar presente en el casamiento de su hijo y en la graduación de su hija.

Una a una, como las cuentas de un rosario, las historias se fueron enhebrando, una después de la otra, mientras llegábamos al desvío de la ruta, a la entrada de la villa.

Faltaban dos kilómetros para llegar allí, y muchos descendieron del vehículo para ir caminando hasta Mailín, mostrando así su devoción con su sacrificio.

Cuando nosotros llegamos con el micro, dejamos nuestros bolsos y fuimos a hacer la cola para adorar la imagen.  Al tocar la caja de cristal, sentí una energía nueva que me invadía el cuerpo, y paz, mucha paz…

Mis padres lloraron de emoción y esperanza…

Volvimos a nuestra casa.  Al mes, ya una pelusa castaña empezó a aparecer en mi cabeza.  Al año, ya tenía un cabello corto y nuevo.  Es por eso que vuelvo todos los años, para agradecer el favor concedido.  Ahora me toca a mí dar mi propio testimonio.

El año pasado fui nuevamente.  En la actualidad hay un camping con duchas y baños públicos.  Se escuchan las chacareras, el Himno Nacional Santiagueño, por doquier, y está la Feria a lo largo de los cuatro puntos cardinales, convergiendo en la cruz de la Plaza.

Como siempre, hice las colas: para tocar la imagen, para ir al algarrobo histórico, etc.  Fui a la Misa Carismática.  Bailé en el camping.  Como cierre, estallaron los fuegos artificiales, acercando el cielo a la tierra…

Estaba en la plaza, cuando se me acercó un muchacho, con una gorrita puesta, a pedirme fuego para encender su cigarrillo.

Nos pusimos a conversar.  Le pregunté por qué había ido, y se sacó la gorrita: se le caía el pelo a mechones.  Tenía parches sin pelo en su cabeza.

Había ido a pedir por su salud, igual que yo lo había hecho hacía ya muchos años…  Había ido en bicicleta desde Añatuya, como sacrificio.

Nos pusimos a conversar, e intercambiamos direcciones y teléfonos, con un beso de despedida, porque me pareció muy simpático.

Llegó el fin de la fiesta.  El cielo parecía enloquecido, como si realmente bajara el Salvador entre truenos y centellas, entre medio de fuegos artificiales.  La gloria celestial estallaba frente a nosotros.

 

Ahora, un año después, debo agradecer al Cristo Peregrino, que me ha dado el milagro del amor, del amor que encontré en su fiesta, y de un hijo, del hijo que está ahora en mi vientre, y que nacerá para mayor gloria del Señor de los Milagros de Mailín.

 

 

Nota de la autora:
Estuve en Mailín en el año 2005. Fui a pedir por la salud de mi amiga y de mi prima.  A mí me pasó lo que se cuenta.  También fui testigo del testimonio de la Sra. que perdía el pelo.  Inventé una historia de amor, pero fue real que, entre 250.000 personas que había en la plaza durante los fuegos artificiales, a ella se le acercó el muchacho con la gorrita a pedirle fuego.   Misterios del Señor de los Milagros.  Doy fe.

 

Iglesia de Mailin

El Cristo Peregrino , Señor de los milagros de Mailín

Mailín, el algarrobo de la aparición

 

 

Homenaje

de Doyle, Liliana S.

La compañera del poeta

“Porque al amor me diste”
Miguel de Unamuno

Ha muerto Lidia Rosa Napoli, la compañera del poeta Carlos Enrique Urquía.
Ella era menuda, hermosa, de ojos azules. Se desempeñaba como profesora de Inglés en la misma escuela en que su marido era Regente, la llamada popularmente “El Industrial de San Fernando”.

Siempre activa, lúcida, dedicada a su esposo y a su familia, la vejez no opacó ni su inteligencia, ni su optimismo, ni su belleza. Llegó a vivir casi noventa y dos años.

Me acuerdo de que preparaba el traje, la corbata y la camisa, cada vez que el poeta tenía un acto importante (“el paisaje de la literatura”, como él comentaba).

__ ¡Es que Carlos es tan distraído!__ decía Lidia.

Su hijo, su nuera y sus nietos y, últimamente, una bisnieta llamada Lucía, eran su orgullo y su felicidad.

Nos deja el cálido recuerdo de su pequeña figura de rápidos pasitos y la amistad que nos profesara. El año pasado nos acompañó en el cuadragésimo aniversario de SADE Filial Delta Bonaerense, una de las tantas obras de su amado cónyuge.
Hace poco tuvo la alegría de saber que la profesora Marisa Negri, investigadora de la poesía del Delta e incansable promotora de talleres por todo el país, admiraba la obra de Carlos y la estaba difundiendo.

¡Qué más se puede pedir de la vida!

Quizás porque amó tanto fue que al final le falló el corazón…